jueves



Me llama Babo por teléfono justo cuando me disponía a dar buena cuenta de un helado de tres chocolates. El calor es insoportable y el ruidito del ventilador del chino parece burlarse de lo acalorado que estoy. A su voz, la de Babo, indignada, me la imagino de pie en una de las cuatro o cinco cabinas que todavía sobreviven en las calles de la vieja ciudad. Que se ha enterado por la prensa que Svetlana Alexiévich ha sido detenida e interrogada por investigadores bielorrusos y que ha rechazado responder a sus preguntas. Que le ha recordado su silencio al de Dasiell Hammett cuando fue juzgado y condenado a cárcel por el macartismo. Y que a mí (después de colgar Babo el helado estaba derretido) me hace copiar algo que le he leído esta mañana al Tobías Wolff de Vieja escuela: “César Augusto había mandado al querido Ovidio de nuestro profesor de latín al exilio […] el efecto  de todos esos relatos fue hacer que sintiera, no el poder del césar, sino su temor a Ovidio. Y por qué el césar iba a temer a Ovidio, si no fuera porque sabía que ni su divinidad ni todas sus legiones podrían protegerle de un buen verso.”


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