Me
llama Babo por teléfono justo cuando me disponía a dar buena cuenta de un
helado de tres chocolates. El calor es insoportable y el ruidito del ventilador del chino
parece burlarse de lo acalorado que estoy. A su voz, la de Babo, indignada,
me la imagino de pie en una de las cuatro o cinco cabinas que todavía
sobreviven en las calles de la vieja ciudad. Que se ha enterado por la prensa
que Svetlana Alexiévich ha sido detenida e interrogada por investigadores
bielorrusos y que ha rechazado responder a sus preguntas. Que le ha recordado
su silencio al de Dasiell Hammett cuando fue juzgado y condenado a cárcel por
el macartismo. Y que a mí (después de colgar Babo el helado estaba derretido)
me hace copiar algo que le he leído esta mañana al Tobías Wolff de Vieja escuela: “César Augusto había
mandado al querido Ovidio de nuestro profesor de latín al exilio […] el
efecto de todos esos relatos fue hacer
que sintiera, no el poder del césar, sino su temor a Ovidio. Y por qué el césar
iba a temer a Ovidio, si no fuera porque sabía que ni su divinidad ni todas sus
legiones podrían protegerle de un buen verso.”
magia...
ResponderEliminarde la de verdad...
y que un beso... claro...