Distancia


Le ha notado a Babo cierta tristeza azul en su voz. Me ha llamado por teléfono con la excusa de que quería que le ayudara a recordar el título de una película que vimos juntos en los lejanos días de la caída del muro de Berlín,  cuando éramos cinéfilos sin prejuicios. Fue en la filmoteca de la vieja ciudad, de eso está seguro, y cuando salimos llovía como a cámara lenta. También recuerda que Roberto Carlos cantaba una de las suyas en el aparato de radio que llevaba colgado al cuello un vendedor ambulante de mecheros, cigarrillos sueltos y tronquitos de regaliz. En la película en cuestión, un detective privado era contratado por una mujer sordomuda para que la ayudara a encontrar a su marido desaparecido en extrañas circunstancias. Al final, después de una sucesión de extrañas imágenes de enrevesada poesía, el detective privado le declaraba su amor a la mujer sordomuda, sin necesidad de recurrir a la lengua de signos, y escapaban de la ciudad sin ley en un barquito de vela. Yo, como Babo, también tengo ahora el título de esa película en la punta de la lengua, pero no consigo pasar de ahí. Google, nada de nada.  En fin.  


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