Les había pedido, con antigua letra azul de Bic Cristal y caligrafía
Rubio, un balón de reglamento. También, por si acaso ella no, un vestido de
fiesta para su madre.
La noche mágica no la escuchó lloriquear al otro lado de la cortina, ni
acercarse sigilosa a darle un beso en la frente cuando le creía dormido. Soñó
que la sorprendía de madrugada vestida de Gaspar, con la peluca que llevó su
padre hasta que se marchó a trabajar a Pernambuco. Al despertar, encontró la
caja de rotuladores a los pies de la cama. Veinticuatro, ¡de todos los colores!
Y, entonces, lo comprendió todo.
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