Sin noticias del
hombre-peluche y el vecindario con la mosca detrás de la oreja por la aparición
de un nuevo graffiti. Esta vez en la pared de la escuela pública del barrio, cerrada por vacaciones y con una pareja sin techo viviendo en el patio. La
anciana, pelos de loca, observa todos los aconteceres desde su balcón, sentada en una mecedora de
playa junto a una bombona de butano. Ninguna jaula ni ropa tendida. Esta vez,
el panadero lo ha averiguado gracias a Google, una cita, más o menos, de Marilynne
Robinson perteneciente a su novela Gilead.
¿Qué hacían los pájaros para calentarse al sol antes de que hubiera hilos telefónicos?
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