Vendavales

    En el dibujo de la cometa no hay cielo. El tipo se ha disculpado con la excusa de que carece de lápices de colores. No hay azul, princesa. La voz invisible no ha insistido. Antes de subir decide sacar una botellita de agua de la máquina del andén. Sólo un secador de pelo como ridículo equipaje. 

    La mujer escucha el silbato de un tren al otro lado del sueño. Está desnuda, sentada en el suelo de una cocina a oscuras. Labios azules silenciando lágrimas antiguas. Dentro de una bola de papel, a su lado, está el dibujo de un cielo sin cometa. Porque no hace viento, diría, si alguien insistiera. 

   Gotitas de plástico en el grifo mal cerrado del fregadero presagiando dos sonrisas encadenadas al mismo deseo. Y afuera, más allá de la ventanilla, la resucitada y cursi eternidad de los besos bebiéndose sin colorín colorado.

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