Una voz al otro lado me informa del día y hora del ingreso. Antes de colgar me pregunta si ella, la de la mirada inquieta en mi nuca, toma aspirinas o similares. Yo sólo sé lo de las pastillas para la tensión, pero la voz me dice que ésas no importan. Cuelgo farfullando gracias por todo.
Ella me ha estado escuchado, estoy seguro, sin soltar la fregona. Hoy tocaba limpieza de pasillo y comedor. Batín azul arremangado hasta los codos, ningún reloj y un eterno pañuelito de papel en el bolsillo. Será esta noche cuando le temblará la mano al cambiar de cadena con el mando a distancia, harta de trajeados tertulianos sabelotodo, mientras yo fingiré leer a Dickens. Sí, las películas de ahora no son como las de antes.
Pienso que he de llamar a los otros. Tendremos que organizarnos. Pero antes, sonríe traviesa al pedírmelo, marco el número de la peluquería que parece recitarme con teatrales aspavientos. ¡Cámara!, detrás de mis párpados: ¡acción! Aunque no bajes una irrepetible escalera en blanco y negro, orgullosa y divina, te quiero Gloria Swanson. Ella tampoco pisaría quirófano alguno con esos pelos.
precioso...
ResponderEliminarUna maravilla
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