pólvoras

Todo comenzó cuando él completaba el crucigrama de un periódico atrasado y sintió la voz de ella, apenas un susurro, tiritar de frío. La vio entonces, al levantar la cabeza y buscarla con la mirada, en lo más alto, encima de un inquietante tronco hueco por el que asomaban peces de colores. Con torpeza adolescente se encaramó a su lado y se quitó la cazadora vaquera para abrigarla. Sus ojos la reconocieron. Era ella, sí; la que ciento diecisiete días atrás, un lunes, no empañó con su aliento el espejito que le acercó la cuidadora por horas. “Mi vida”…

...Érase una vez una sirena que escapó del fuego naufragando en las lágrimas, nunca lloradas, del vigilante nocturno (cincuenta euros le daban en mano cada mañana y tenía pagado el chocolate con cuatro buñuelos del desayuno en el casal fallero) de su mundo de cartón.

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