trazos

Acabo de leerme una manzana bañada de caramelo rojo sangre en uno de los cuentos de Arturo Barea; el sabor dulce de la esperanza en la posguerra de una buhardilla, intentando mantenerle siempre la mirada a la realidad. Que, risas lejanas aparte, nadie es más que nadie. Ni menos.
Jueves noche en esta vieja ciudad y en la pantalla del televisor cuentan que hay investigaciones policiales que se prolongan durante años. En la calle sigue vacío el sitio de la bombilla robada, pero ningún gato maúlla su ausencia. Frío. Teruel, dicen, se ha llevado la palma.

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