Me entero leyendo en el periódico del bar que, según la Universidad de Cambridge, el día más aburrido de la historia fue el 11 de abril de 1954. Cayó en domingo; pero el grupo de científicos que mediante complejos algoritmos han llegado a esa rimbombante conclusión no tienen ni la más remota idea del sentir de uno de mis recuerdos prestados más queridos. ¿Acaso se creen que todas las biografías caben en los manuales de historia? ¿No es más real el Caballero de la Triste Figura que el propio Cervantes?¿No son todos los bostezos igual de sagrados?
El sabor de una brizna de hierba fresca a orillas de un mar ancho, el silencio de un gemido de azahar; y la orgullosa humildad de quien calla sus caricias. ¡Farsantes!
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