El recuerdo de su mirada granate se detuvo en la sortija que ella se había quitado y depositado sobre el libro de la mesita de noche; el mismo que ahora él sostenía, incorporado en la cama y a la luz de una pequeña linterna, en un intento por encontrar la palabra aguda, o llana o esdrújula o sobreesdrújula, que convirtiera el revuelto mar escrito de la antigua madrugada en una calma de pececitos de colores, donde la ternura y el deseo se jugaran a los dados, de agua y coral, el primer beso al dedo de su sonrisa de princesa.
un beso...
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