noches

Como un sentir de lágrimas detenidas al borde de los ojos que recuerdan otra mirada durmiéndose; y la luna llena bailando pizpireta en el cristalito del telescopio de hojalata. El vagabundo de plomo, de puntillas, contempla el baile desde la ventana del jardín de la casa de muñecas; un perro ladra al lado del buzón de correos donde la voz de una carta sin fecha busca refugio entre renglones; y el guardia jurado de una librería baja por la escalera mecánica llevando en brazos a un bebé abandonado. Cuando el recuerdo prestado se confunde con el sabor a ceniza que dicen que tienen los anocheceres de domingo, y el tiempo se ha detenido en la misma tristeza. Y cuando la sonrisa.

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