silencios

Agosto. El tiempo pasa de largo, como siempre, cruzando las solitarias calles de la vieja ciudad. No se detiene, ni siquiera vuelve la vista atrás, cuando el camillero se lleva al tipo que estaba inconciente en el suelo, derrumbado junto a un buzón amarillo. Pienso, con el periódico que acabo de comprar debajo del brazo, en el número de cartas que contendrá. Un enigma de dominguero ocioso, tal vez, pero que llega a conmoverme por ser incapaz de resolverlo. ¿Par o impar?... Hace tantos años que no escribo una carta que no sé si mi mano derecha recordará mi letra. Primeras palabras en rutinas de caligrafías escolares, palabras rasgando un papel a la luz de una desnuda bombilla; y el parque de tantos veranos en un descuido de la memoria. Otra vez Agosto. Buscaré un banco de piedra a la sombra de algún pino, y leeré la historia del antiguo pistolero que oculta su pasado. Desarmado, contempla las montañas azules en el horizonte de la pradera mientras espera la diligencia. Noches lejanas y noche al oído: -¿Verdad que me llevarás contigo?-

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