barquito de vela

Sí, las novelas acaban pero las historias no. Judith Biely más allá de las palabras escritas, con su “porvenir ignorado y perdido en la gran noche de los tiempos”. Ninguna guerra es épica, ningún asesinato merece ninguna solidaridad. Tumbado en una trinchera cualquiera, mirando un cielo inocente, el soldado que morirá parece cosa del pasado. Nombres olvidados en libros de historia, cuando la literatura alcanza su grandeza luchando contra el olvido y la desmemoria. La esperanza de las palabras, el compromiso con la verdad sentida como tal sin la tentación del maniqueísmo, ficciones más verdaderas que la propia realidad. Una carta que guarda una mujer en un luto de posguerra, la tinta de un nombre que se va borrando, una ausencia para siempre, unas lágrimas sin consuelo, un Miguel Hernández entrando en la sede de la Alianza de Intelectuales viendo correr el vino de la retaguardia. “Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta”. Judith Biely regresando a España, no conformándose con la fatalidad de la futura derrota, con la ilusión de sus certezas. Y otra vez los versos antiguos del pastor poeta que recordé anoche al cerrar el maravilloso libro de Muñoz Molina. “Nadie me salvará de este naufragio, si no es tu amor la tabla que procuro, si no es tu voz el norte que pretendo”. Judith Biely, Ignacio Abel: una historia de amor inolvidable.

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