Una anciana de la finca
de enfrente, pelos de loca y sorprendente batín chino, ha salido al balcón
armada con un perol y un cucharón sopero. El desesperante silencio de la calle
vaciada se ha puesto a temblar nada más verla, como un gorrioncito qué melancolía.
Yo, que me las prometía felices refugiándome en una novela sin moraleja, he
aguardado a que cesara el insumiso estruendo para continuar leyendo junto al tibio sol
de la ventana. Pero, de repente, sin darme tiempo a escapar, un anciano ha
salido a otro balcón, de la misma finca de enfrente, blandiendo una trompeta.
Si él era Miles Davis, yo he sido Tarzán de los monos y, respetando el turno,
he lanzado un grito que, (exagero porque quiero; y porque mejor exagerado que
gilipollas), ha provocado que un elefante, en las cercanías del monte Mutia,
respondiera con un homérico e íntimo barrito.
magia...
ResponderEliminar