jueves

Los días de lluvia huelen a goma mojada y serrín. Es lo que piensa el hombre que está acodado en la barra del bar de la estación. A sus pies una maleta y un balón de reglamento dentro de una bolsa de plástico. Si vienen les dirá que les ha echado mucho de menos, que ya saben que no fue nunca de escribir cartas, que allí donde estuvo no había cobertura. Mira insistentemente el reloj. Sí, el tiempo sigue pasando.
Cuando suene a lo lejos, muy lejos, un teléfono, ya sabe que instantes después se le acercará el camarero con un recado. Sin mirarle a los ojos, intentará repetirle lo que le han dicho que le diga. Se olvidará de algunas palabras, no tiene importancia, y pronunciará mal un nombre. Él sonreirá entonces, y recordará. Una noche, un mundo que gira, olas que ríen. También a él le costó pronunciarlo la primera vez.


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