Paseaba plácidamente
Babo por el parque de los columpios, sin rumbo claro y sin meterse con nadie,
cuando vio colgado del tobogán rojo, el mismo de su infancia, un paraguas. Que
no hubiera nadie en los alrededores le produjo cierta inquietud mezclada con una
extraña sensación de alivio. Instintivamente miró al cielo, sin nubes y con la
sola presencia, en ese preciso instante, de un lejanísimo avión mudo. Aunque no
lo hubiera reconocido en un careo consigo mismo deseaba, con lo que le quedaba
de alma, que comenzara a llover. Su singular cobardía requería de coartada para
cometer el robo, incluso en la más absoluta de las soledades. Estaba claro que
el paraguas era de alguien porque en un lugar bien visible del mango había unas
iniciales grabadas. Y sí, palabra, llovió a cántaros.
Tú has hecho... arroz, majadero.
ResponderEliminar¡Y sin meterse con nadie!
Besos desde el columpio. De todos los colores.