Babo piensa que los
pobres ninots no tienen la culpa de lo que sucede estos días en las calles de
su vieja ciudad. Tampoco la tiene la pareja de ancianos que está sentada en uno
de los bancos de madera del parque de los columpios. Ella come con elegante parsimonia
de una fiambrera que sostiene en el regazo. Él está comiéndose una manzana a
trozos con ayuda de una navajita. Calzan conmovedoras zapatillas de deporte del
mismo modelo. Ella, blancas; él, azules. Se diría que a juego con el cielo de
arriba. Casi han visto ya todas las fallas que querían ver y que tienen anotadas, con la ruta a seguir, en una pequeña libreta. De tanto en tanto
se sonríen con una mirada de silencio que para sí quisieran los vándalos que
los rodean, tumbados en los trozos de césped entre vasos de plástico, petardos
y futuras cenizas.
magia...
ResponderEliminary que un beso... claro...