Fútbol

              Piensa que no estarán todos durante la ovación de ánimo del minuto 10. Sobre el césped el balón estará perfectamente inflado y a ninguno de los jugadores se le ocurrirá ausentarse durante el partido para saciar su sed bebiendo del agua de una acequia. Los postes de las porterías no serán piedras, ni los largueros el cielo; ni la enfermera al otro lado de un océano se las verá y deseará para impedir que su paciente, un argentino melenudo de medias caídas y porte señorial, arme su zurda y dispare. Qué estruendo de azahares silenciados por el otoño de la memoria. Y entonces, o ahora, o luego, un 124 de color granate regresaba, o regresa, o regresará, del paraíso de los goles irrepetibles.

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