encuentros

Incluso la muerte merece una posdata. Como el fantasma que espera a que la mujer de su vida cierre definitivamente los ojos después de caérsele un vaso de leche en la habitación del catalejo. Como las inolvidables palabras del Cervantes moribundo: “¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!”. Silencios que se escriben, palabras que se callan, esplendores en la hierba. Y siempre, a pesar de los pesares, paciencia y barajar. Esperanza en coger buenas cartas, dejando los faroles para mirarse a los ojos aunque estemos a oscuras.
Maldito terremoto, te has comportado como un verdadero hijodeputa. ¿Qué te ha hecho esa pobre gente para que les causes tanto dolor?

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