“Señorita Diana acuda a perfumería”. Es la voz de una cajera surgida de la nada, de un altavoz del techo, avisando (hace tiempo que sé que esa es su manera de comunicarse) de la presencia de una persona sospechosa en el lugar indicado.
Hoy sólo yo estaba ahí. Vale que mi barba de varios días puede llevar a engaño, al igual que mis vaqueros viejos y mi aliento de antiguos vinos. No he podido evitarlo. No, no y no. Ahora me tiembla el orgullo, como la cobardía en los galones de un capitán que izara la bandera blanca antes de matar de un disparo al vivo retrato de su heroísmo.
85 céntimos cuesta el paquete de diez maquinillas de doble hoja que quería robarme un guardia jurado en cumplimiento de su deber. De no ser por mi miedo me hubiera dado alcance antes de perderme por las calles de mi vieja ciudad.
Anochece y, no me queda otra, tendré que afeitarme. Por si la Luna.
me ha gustado eso de "por si la luna"... hoy recordaba yo una luna de hace años...
ResponderEliminarun beso... y gracias por la magia...