Con cierto deleite y melancolía contempló la gotita de sangre sobre el mantel blanco, huérfana de toda maldad. Siguió comiéndose la manzana, esta vez sin descuidarse, a pesar de la amenaza del cuchillo. Como siempre, con la misma sonrisa callada con la que jugaron a desnudarse.
un beso...
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