Lo leo en voz alta, como si tarareara una canción. Son palabras del Auster en La habitación cerrada. Afuera, detrás de la cortina de la salita de estar, anochece con una sonrisa de narizota roja, cara pintada de blanco y zapatones negros. Hasta siento el rumor del mar.
“Luego, sin previo aviso, ambos nos erguimos, nos volvimos el uno hacia el otro y empezamos a besarnos. Después de eso, me resulta difícil hablar de lo que sucedió. Estas cosas tienen poco que ver con las palabras, tan poco, en realidad, que casi parece inútil tratar de expresarlas. En todo caso, diría que estábamos cayendo el uno en el otro, cayendo tan rápido y tan lejos que nada podía pararnos. De nuevo, recurro a la metáfora. Pero probablemente no se trata de eso. Porque que pueda o no pueda hablar de ello no cambia la verdad de lo que sucedió. El hecho es que nunca hubo un beso igual, y dudo que en toda mi vida vuelva a haber un beso igual.”
"un beso así era como una flor apretada contra su rostro, algo indescriptible, difícilmente recordable."
ResponderEliminar"Había belleza en todo lo que nos unía".
ResponderEliminarAna María Matute
Un beso apretado