Replegado en la frontera más íntima de mí mismo, le sonrío al tipo del espejo que amenaza con dispararme. Sin palabras encontramos un cielo en nuestro callejón sin salida, un pacto entre honestos pistoleros que jamás se dispararían por la espalda. Duelo al anochecer sin testigos; sin el mirón que merodea entre caricias adolescentes refugiadas sobre el césped húmedo del parque de los columpios. Veinte pasos hacia el norte, veinte pasos hacia el sur; y un par de balas que se cruzan silbando buscando el mismo corazón.
espero que ninguna encontrara ese corazón...
ResponderEliminarun beso...