tardes

Mañana, dentro de unas horas, toca madrugón. Debajo de la silla de la habitación pequeña están los zapatos. Si hablaran creo que se quejarían de los miles de pasos sin melodía que daré hasta mi lugar de trabajo, desgastando sus suelas de artista. Nunca he sabido bailar, y no comprendo su afán porque mis pies, ahora descalzos sobre las frías baldosas de la cocina, acompañen músicas de antiguas verbenas.
A orillas del mar, una orquestina guarda silencio después del primer trueno y las primeras gotas de una tormenta de verano. Un coche sigue aparcado en mi sueño de anoche, mientras sigo tecleando. En mitad del invierno, todavía tiemblan mis labios de sal.

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